Podemos decir que el matrimonio a día de hoy, en nuestra sociedad actual, es un hecho libre, voluntario y lo más importante, reversible. Además, personalmente me enorgullece enormemente el hecho de que nuestro país sea uno de los pocos del mundo que permiten el matrimonio homosexual.
Obviamente, no siempre ha sido así. Hasta hace muy poco tiempo uno se casaba para siempre, quizá sin estar enamorado, simplemente por ser «lo que tocaba». En esto las más perjudicadas eran las mujeres, para las que el matrimonio representaba una cárcel de la que nunca podrían escapar, condenadas en silencio a vivir bajo la tutela de sus maridos, y en muchos casos, bajo sus órdenes. Su ocupación era el hogar y los hijos y vivían apartadas del mundo laboral, o aunque ejercieran una actividad laboral remunerada no veían reconocido su trabajo como el de los hombres.
En definitiva, las mujeres eran seres inferiores condenadas a depender de un hombre.
Desgraciadamente, aunque parezca que las cosas ya han cambiado, no son pocas las sociedades en las que el machismo sigue siendo un elemento imperante y las mujeres están completamente subordinadas a los hombres, siendo su única función casarse con uno de ellos para convertirse en sus sirvientas, sin voz ni voto.
A menudo me pregunto cómo deben sentirse las adolescentes de esos países cuando ven que el momento del matrimonio se acerca imparable, cuando observan a las mujeres de su alrededor que ya se han casado y se han convertido en la sombra de su marido, renunciando a su vida por completo. Bien es cierto que en estos lugares las mujeres viven desde niñas sometidas a los hombres, pero a pesar de estar acostumbradas a ello, vivirán con un dolor insoportable el hecho de ver cómo su vida pasa de manos de su familia a manos de su marido, siendo esas manos la eterna cadena que asirá su cuello…
Supongo que aún hoy sigue siendo una utopía soñar en un mundo absolutamente igualitario, sin diferencias sexistas, donde el matrimonio sea un hecho libre, voluntario y reversible como lo es en el mundo desarrollado. Supongo que seguirá siendo una utopía durante muchísimos años, y quizá lo sea siempre…
Pero algunos necesitamos creer en imposibles.